El temible ponchador capitalino Héctor ‘Sepulturero’ Munguía Jr. mostró una faceta poco conocida, su oficio de sepulturero en el Panteón Civil de Dolores en la capital mexicana, donde labora desde hace 4 años, aunque desde niño acompañaba a su padre a sus labores en el camposanto.
Peleador exclusivo de Promociones del Pueblo, empresa que dirige Oswaldo Küchle; Héctor trabaja prácticamente de sol a sol, en un lugar lleno de historia, donde se ubica la Rotonda de las Personas Ilustres, y las tumbas de diversos personajes políticos, militares y artistas como Diego Rivera, Sebastián Lerdo de Tejada, Agustín Lara, Salvador Díaz Mirón y Ángela Peralta, entre otros.
Munguía aprovecha diariamente las 36 hectáreas que mide el panteón más grande de la capital mexicana para realizar sus carreras matutinas, y aunque asegura que nunca ha visto más que sombras, le gusta la tranquilidad y la calma que le ofrece la intensa vegetación para correr entre las tumbas, un trayecto que realiza en alrededor de 40 minutos, antes de su jornada, que al culminar de inmediato reporta al gimnasio.
“Desde niño aprendí a respetar a los difuntos, pero también a convivir con ellos, claro que es difícil y no te acostumbras a ver a la gente destrozada mientras entierran a un ser querido, sobre todo si son niños; verlo te obliga a hacer tu corazón de piedra, un poquito como en el boxeo, donde el que duda o lo piensa dos veces termina noqueado”, señaló.
“Vivir entre muertos también te hace reflexionar, ver la vida desde otro punto de vista y también veo muchas semejanzas con el boxeo pues arriba del ring estás entre la vida y la muerte, nunca se sabes cuando puede ser tu último round o escuchar la campana por última vez, un poco como en la vida”, compartió visiblemente conmovido.
El ‘Sepulturero’ Jr. reconoció que también ha pasado momentos complicados en su trabajo, que le recuerdan lo frágil de la existencia, pues tuvo que cavar la tumba de su abuela, de su primo y de un amigo muy cercano, algo que hizo a manera de homenaje y que fue un pasaje difícil, pero no cambiaría el oficio que eligió para llevar el pan a su mesa.